El Marrakech más ‘chic’

Cultura, historia y sociedad de Marruecos

La ciudad se renueva constantemente con nuevos restaurantes, terrazas y tiendas de lujo que han hecho que se convierta en un en lugar de peregrinación para los ricos y famosos

La antigua ciudad imperial de Marruecos se ha convertido en una ciudad moderna y cosmopolita, llena de hoteles de diseño y tiendas de lujo, una ciudad preparada para satisfacer a los más exigentes y al mismo tiempo ofrecer el sueño de las mil y una noches. Marrakech está de moda, es glamorosa, es cool, es uno de los destinos preferidos de los ricos y famosos.

La metrópoli no ha perdido ni un ápice de exotismo, pero ha sabido combinar la fascinación oriental con el glamour occidental. La imagen que persiste en nuestras mentes no ha cambiado, aún ahora es posible embaucarse con el deambular de sus gentes, la vida en los zocos, los comerciantes, el té a la menta, el caos de sus calles, el olor a narguile, todo se mantiene intacto en la medina, pero también es posible descansar en alguno de sus lujosos hoteles spa, degustar deliciosos platos de comida marroquí combinados con alta cocina, disfrutar de la noche tomado una copa o bailando en algún club hasta la madrugada, ya nada tiene que envidiar a ciudades como Barcelona, Madrid o París.

Para comprobar el cambio, sólo hay que pasear por el barrio de Guéliz, el más europeo, lleno de elegantes tiendas con productos sólo aptos para bolsillos acomodados. No es necesario regatear durante horas para conseguir ese objeto preciado o llevarse el típico souvenir para regalar a amigos o familiares, aquí se pueden encontrar los más bellos artículos tradicionales pero hechos con gusto y elegancia.

Qué ver

Los Jardines Majorelle (avenue Prince Moulay Abdellah), diseñados por el artista francés Jacques Majorelle en 1924. Un exquisito jardín botánico que nos ofrece un momento de descanso y donde se puede tomar un pequeño tentempié para recargar pilas en medio del frescor de sus árboles.

Desde este rincón se puede alquilar una calesa para acercarse al Palmeral, de visita obligada, o bien para ir a la Menara, uno de los lugares más emblemáticos de Marrakech. Una vuelta en caballo nos permitirá contemplar la belleza del lugar sin cansarnos demasiado.

Continuamos hacia la Madrasa de Ben Youssef, la escuela coránica más grande e importante de todo Marruecos levantada en el siglo XVI. Nos dejará boquiabiertos con sus admirables mosaicos y sus techos entrelazados.

La medina y la plaza de Jemaa El Fna son visitas obligadas. La ciudad exterior bien poco tiene que ver con el interior de la medina. Al cruzar por una de las puertas de la muralla nos trasladamos inmediatamente a otra época. En el interior nos espera un auténtico laberinto de callejuelas, y en el corazón, la plaza Jemaa El Fna con un espectáculo impagable; músicos, chilabas, encantadores de serpientes, aguadores, dibujos de henna, vendedores, carros, motos…

Para observar tranquilamente este jaleo hay que tomarse su tiempo y para ello nada mejor que tomar un té a la menta en alguna de las numerosas terrazas chill out de la media. El Café Árabe (184, rue Mouassine)  ó La Terrasse des Épices (15, souk Cherifia. Sidi Abdelaziz) son dos buenos ejemplos, normalmente están frecuentadas por una mezcla de aventureros, bohemios y snobs.
Lo mejor, el atardecer desde estos café-terrazas, con la puesta de sol, las vistas sobre la ciudad se vuelven mágicas.

Qué hacer

Marrakech tiene una gran oferta de ocio y diversión.

Sobre restaurantes no hay nada que envidiar a los europeos, destaca Le Comptoir Darna (Avenida Echchouada, Hivernage) , un lugar muy divertido con bailarinas de danza del vientre, en el que se puede cenar, tomar una copa o pasar una noche movidita. La consigna es ver y dejarse ver. Pero si preferimos comida tradicional, la mejor opción es el Le Fondouk (55 Souk Hal Fassi, La Medina), en la medina,  un lugar especial que ofrece platos típicos marroquíes compuestos por deliciosas sopas picantes, tajines, cuscús y pastillas horno.

Si podemos movernos, a 3km de la ciudad, se encuentra el Bo-Zin (Route de l’Ourika km 3,5,), un restaurante con platos de influencia francesa, marroquí, japonesa y tailandesa. Después de la cena el ambiente se calienta y empieza la verdadera fiesta.
Podemos continuar la noche con una copa en el Azar– Club & Bar: Bar-Lounge (Rue de Yugoslavia) un lugar cosmopolita, muy de moda para los extranjeros que viven en al ciudad.

Para relajarse nada mejor acudir a un hammam o un spa. Podemos escoger entre los tratamientos tradicionales: un baño de vapor, seguido de un jabón negro, un gommage exhaustivo de la piel y por último un masaje con un lavado de cabello, o bien tratamientos más modernos especialmente pensados para el bienestar y la comodidad del visitante. Los más conocidos son Les Bains de Marrakech  y Les Bains de l’Alhambra . Un poco más tradicional es el Hammam Zianni. Debemos mencionar el más famoso de todos, el spa del Mamounia, el lujo por el lujo.

Distintas son las opciones a la hora de escoger hotel, ya sea en interior de la medina o en el exterior de la muralla. En el palmeral se encuentra el hotel Les Deux Tours Marrakech, una mansión que se compone de 6 villas, realizadas a la manera de un pueblo andaluz del siglo XIV, rodeado de jardines y un entorno maravilloso, un pequeño oasis para disfrutar de la tranquilidad.  En el corazón de la media  descubrimos el Villa Makassar  que nos ofrece un poco de calma y unas fantásticas vistas al Atlas después de un día ajetreado. En el animado barrio de Bab Doukkala, a cien metros de las murallas de la medina, se encuentra el Riad Clementine con sólo cuatro habitaciones y tres suites climatizadas con chimenea. La ciudad ofrece una gran variedad de opciones para escoger hotel, tantas como viajeros.

Si todavía queda energía, una excursión en quad ó 4×4 por el desierto, disfrutando de una noche de acampada al aire libre o en jaima, será el colofón de un viaje fabuloso.
La «ciudad roja» no pierde ni un ápice de su encanto, el espíritu permanece pero ahora el paraíso se renueva, los cambios son más profundos y la sociedad está preparada para transformarse, eso sí, las costumbres no varían  y los turistas son siempre bien recibidos, con hospitalidad, sencillez y amabilidad. Marrakech es siempre fascinante ante los ojos del viajero.

lavanguardia.com

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